Por Sebastián Fest
RÍO DE JANEIRO - Tiene canas. ¡Gustavo Kuerten tiene canas! Y aunque él se ría del comentario, ese simple y mundano detalle, normal en un hombre de 42 años, sirve para disparar toneladas de recuerdos tenísticos. Aquella batucada en París... Pasaron ya 22 años desde que Roland Garros se transformó en una inédita y espontánea escola do samba, un carnaval tardío en sede europea. Se escurría la primavera europea de 1997 y el brasileño ganaba el Abierto de Francia de una forma absolutamente inesperada.
“Guga” se ríe de casi todo, de lo bueno y de lo malo. “Guga” Kuerten, ¿se acuerdan de lo que era ese jugador? Si la sonrisa le asomaba muy fácil, el tenis parecía brotarle más fácilmente aún, embutido en aquella vestimenta chillona sobre el polvo de ladrillo naranja de París, el mismo que concentra la atención del deporte por las próximas dos semanas.
“Guga”, ese jugador que no paraba de sonreír, aunque la vida lo golpeara con dureza: tenía siete años cuando su padre murió en un torneo de tenis. Uno de los hermanos de Kuerten, Guilherme, nació con parálisis cerebral. Murió hace pocos años. También sufren parálisis cerebral Leonardo y Gabriel, hijos de Rafael y Leticia, hermanos del ex tenista. Adolescentes ya, los dos sobrinos siguen con su vida, tuvieron mejor fortuna que su tío Guilherme. En ese contexto, las tres operaciones de cadera a las que debió someterse Kuerten, y que terminaron clausurando su carrera antes de tiempo, parecen un detalle menor.
Pasaron 22 años de aquel Roland Garros. Lo tengo a Kuerten sentado al lado, compartimos un banco en una tarde de desborde tropical en Río de Janeiro: llueve sin demasiada fuerza y hace calor en el Jockey Club de Gavea, sede del Río Open, el torneo de tenis más importante de Sudamérica. “Guga” (ya no sorprende), sonríe. Le causa gracia el comentario de que ya está viejo porque el torneo bautizó con su nombre al estadio central.
“¡Me quita las ganas de jugar!”, bromea. “Porque me hace jugar mucho, me convocan todo el tiempo. Es un homenaje que me hace mucha ilusión...”, explica Kuerten, que vive en la isla de Florianópolis con su esposa y sus dos hijos. Surfea cada vez que puede, pero está también lanzado a reconstruir el tenis brasileño, al que le faltan los jugadores de otras épocas, pero que en no demasiado tiempo debería volver a hacer ruido: tiene una buena camada de juveniles que tarde o temprano se hará notar.
“Nosotros hicimos un camino muy difícil, muy raro, extraño. Quiero que los jugadores de hoy tengan un camino más sencillo que el que yo tuve”. El camino de Kuerten fue, en efecto, inusual, nadie contaba con el número 67 del ranking para aquel título, y por eso en el torneo se generó una marcha espontánea, un desfile de la alegría alrededor de la cancha central como sólo son capaces de improvisar los brasileños. Sería campeón dos veces más: tricampeón. Y N° 1 del mundo en la temporada 2000. Ser tricampeón de un Grand Slam es hoy algo sólo reservado al trío de extraterrestres integrado por Roger Federer, Rafael Nadal y Novak Djokovic. Los Kuerten de estos tiempos con suerte pueden aspirar a ganar uno. ¿Por qué, qué cambió?
“Cambió mucho”, dice Kuerten. “El tenis es diferente, y los jugadores también ayudaron, porque hoy están mejor preparados que nosotros en nuestra época. La condición física de los jugadores hoy garantiza que las canchas se adapten al jugador. En nuestra época era al revés: éramos nosotros lo que debíamos adaptarnos a las diferentes superficies, cambiar los esquemas de juego. Hoy todo es más homogéneo, las superficies son mucho más similares. Fijate en Wimbledon, que es por momentos un torneo de canchas lentas. Las pelotas eran lo que más hacían la diferencia, porque lo rápido era demasiado rápido y lo lento, demasiado lento. La pelota es hoy más grande que entonces y más pesada. Hoy se puede jugar de fondo, antes no. Se armó todo para que los mejores puedan ser los protagonistas. Si te fijás, hoy los mejores siempre llegan a las finales. Antes no era así”.
En sus años de tenista fantaseaba con estudiar Física cuando se retirara -sí, Física-; y quizás por eso la respuesta de Kuerten para el asombroso renacimiento de Federer y Nadal va por senderos de la ciencia antes que del deporte. ¿Cómo es posible que sigan siendo los reyes del circuito?
“Es que la vida va a cambiar mucho en los próximos 50 años, y esto es un reflejo de lo que viene. El ser humano es diferente, uno nace para vivir 150 años. El deporte, y el tenis, están en la cresta de esa ola. Nadal y Federer tienen cinco u ocho años de vida tenística extra en comparación con generaciones anteriores. Ellos están aprovechando la evolución del ser humano, de los entrenamientos, de la medicina, la alimentación. Y como son dos jugadores geniales, aprovechan esas ventajas incluso mejor que otros”.
¿Federer y Nadal anticipan el futuro de la humanidad? “Claro, claro. Ellos son de una generación que tiene la ciencia a su disposición, tienen la capacidad física para hacer las cosas mucho mejor, por mucho más tiempo. Y ahí el tiempo es determinante. Si piensas en una carrera de 15 años, es un 50% más que una de 10. Ellos empezaron antes que nosotros y terminarán después. Los tenistas jugarán 20 años y seguirán siendo competitivos a los 40. Y ahí es que tienen que buscar jugar bien a los 35, a los 38. Eso va a ser posible. Uno vive 80 años y juega hasta los 30, uno dedica un 40% de su vida al tenis. Si vive hasta los 130, es lógico que juegue hasta los 40. Vive más tiempo y juega más tiempo. Y es mejor tenista hasta más tarde”.
Compañero de circuito de muchos argentinos, Kuerten no duda cuando se le pregunta que era lo mejor que tenían sus vecinos del sur: “la capacidad de supervivencia, de aguantar, de seguir adelante”. ¿Y lo peor? “¡Que hay que jugar mucho tiempo para ganarles! Son duros...”.
¿Qué opina de Jair Bolsonaro? “Bolsonaro... Hay que esperar, hay que esperar. Entró un nuevo presidente, ahora hay que esperar un año a ver qué pasa y tener la esperanza de que las cosas vayan a salir bien. Aunque las chances sean pequeñas, sean remotas. Creo que hoy hasta el mejor presidente tendría serias dificultades para gobernar Brasil, Argentina o cualquier país de Sudamérica. El cambio no lo va a lograr Bolsonaro o ninguna otra persona. Se necesita iniciativa, iniciativa privada. Todos ven sólo la oportunidad y la ganancia, pero fallan en el resto. El cambio social tiene que llegar a los más pobres, a ver si aprendimos algo de los últimos 20 años y somos más generosos en términos de conquistas sociales”.
Llueve más fuerte en Río de Janeiro, Kuerten se está mojando, pero no se mueve del banco y no elude la última pregunta: ¿cómo es posible que siempre sonriera, que lo hiciera tanto pese a los golpes, y muy duros, que le dio la vida?
“Hay que ser más sencillo, más espiritual, más humano. La vida siempre me orientó mucho en esa dirección. Ya no viajo como loco, y aun cuando era el N° 1 del mundo traté de llevar una vida sencilla, más cercana. Hoy, con las redes sociales, estamos más lejos que antes de todo. Es difícil manejar las expectativas de millones de personas. Para mí, cuanto más sencillo todo, más felicidad. Tengo tranquilidad financiera, sí, que no todos tienen. Me han pasado cosas con mi hermano, con mis sobrinos. Por eso es que La felicidad está en lo habitual, no en lo extraordinario. La felicidad debe ir más allá de los límites que te imponen el dinero y el poder”.